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Razones para hacer huelga en la Iglesia (y II)

Las mujeres creyentes nos sumamos a la huelga del 8M y la hacemos también en la Iglesia. ¿Por qué no tendría que ser así? ¿No se distingue la Iglesia, desgraciadamente, por ser pertinaz en su machismo, en el mantenimiento de la discriminación y las desigualdades de género, sobre la base de prácticas históricas desfasadas, interpretaciones bíblicas anacrónicas y doctrinas insostenibles, según las cuales ser diferentes a los hombres equivale para las mujeres a ser inferiores, dependientes y sometidas? A las creyentes nos urge promover cambios para conseguir la igualdad real. Si las mujeres paramos, la Iglesia se para.

Hacemos la huelga del cuidado, pues la mayor parte del trabajo de servicio en todas las áreas eclesiales recae sobre las mujeres. En las parroquias, en las congregaciones religiosas, en los centros de estudio, en las residencias de mayores y centros de personas con capacidad disminuida, en las escuelas, catequesis, actividades, obras de misericordia… son las mujeres las que limpian, dan de comer, visten, ayudan, curan, visitan, consuelan, acompañan, sostienen, brindan apoyo emocional…, además de pensar, enseñar, escribir.

Hacemos huelga laboral porque el trabajo de las mujeres en la iglesia está lejos de ser reconocido, valorado y retribuido como lo requiere la dignidad de trabajadoras, sea cual sea su nivel y estamento. Porque en la Iglesia no existe prácticamente presencia de mujeres en los lugares de representación y toma de decisiones, negando así, en la práctica, la teoría sobre la igualdad y dignidad teológica de la mitad de la humanidad.

Hacemos huelga de consumo, para reflexionar sobre el trato de objeto que las mujeres reciben dentro de la Iglesia, especialmente cuando, directa e indirectamente, mantiene los distintos tipos de violencia sexual y de género (física, simbólica, social, intelectual…) Para reflexionar sobre el papel de consumidoras del culto, de los sacramentos, de la mayor parte de las predicaciones, escritos y doctrinas, y sobre la escandalosa ausencia e invisibilidad de mujeres como presidentas de ese culto, administradoras de sacramentos, predicadoras, escritoras, profesoras de teología, autoras de textos e intérpretes autorizadas de las Escrituras.

Hacemos huelga el 8M para decir públicamente que las creyentes estamos comprometidas cotidianamente en la construcción de un mundo mejor e inclusivo, ese mundo al que Jesús llamó el Reino, una de cuyas características es la igualdad en la que puede reconocerse la pluralidad de la diversidad.

Mercedes Navarro Puerto

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