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Papa Francisco: ¡Gracias!

  • Asociación de Teólogas Españolas
  • 22 abr
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 23 abr

Compartimos la reflexión de la Presidenta de la Asociación Montserrat Escribano Cárcel y agradecemos a las socias sus aportaciones en los medios públicos de comunicación. Nos anima el hecho de que las voces desde la Asociación de Teólogas estén presentes en estos momentos tan decisivos para el futuro de la Iglesia.


Silvia Martínez Cano estuvo presente ayer en la TVE1 y habló sobre la sinodalidad, el carisma de Francisco y los próximos pasos en el cónclave. Radio Nacional 5 entrevistó a la presidenta de la ATE: Montserrat Escribano Cárcel en el informativo de 24 horas (https://x.com/24horas_rne/status/1914396628649230354) y Mónica Díaz Álamo, la vicepresidenta de la ATE participó en el programa "Quédate" de la Euskal Telebista (ETB 2) comentando sobre los avances que instauró el papa Francisco referente al papel de las mujeres en los puestos de responsabilidad.





Ha muerto un papa y eso siempre es un acontecimiento más allá de nuestras confesiones, credos o pertenencias religiosas. Jorge Bergoglio fue un jesuita argentino. Tras ser elegido pontífice de la iglesia católica intentó restablecer, precisamente, eso que tradicionalmente indicaba su cargo, es decir, cuidar de los puentes. Este tipo de tareas implica decisiones y enormes riesgos por la resonancia política que alcanzan, no solo para los católicos sino para el resto del mundo. El primero de estos puentes fue el del ejercicio teológico de la misericordia. Desde los primeros días subrayó que la misericordia debía teñir cualquier actuación o decisión eclesial que se tomara. Otro fue el que le llevó a poner en el centro a las pobrezas. El papa Francisco, para restablecer este puente, precisó llamar a toda la iglesia a una comprensión distinta de sí misma. Sabía bien que para poner en el centro eclesial a las pobrezas era preciso desplazarse hacia las periferias fueran éstas existenciales, doctrinales o celebrativas. Por ello, quiso que la iglesia católica se sintiera “en salida” y que pudiera experimentarse como un “hospital de campaña” donde cualquier situación de abuso o violencia pudiera ser acogida o aliviada.


Otro puente muy querido por Francisco fue el que le llevó a la memoria de la propia tradición eclesial. Sabía que la iglesia del siglo XXI podría seguir caminando, únicamente, si permanecía enraizada en el evangelio propuesto por Jesús de Nazaret. De estas raíces brotaba la alegría como forma necesaria para ser creyente. Esta misma alegría la cultivó Francisco en sus gestos sencillos, rodeándose de elementos humildes como sus zapatos, las gafas, sus propias vestiduras o el coche oficial que utilizó en sus desplazamientos. Disfrutamos de un papa que reía y que comió en la Plaza de San Pedro con personas expulsadas por el sistema económico al cual criticó con total dureza. Sabemos que la tradición eclesial y la llamada, Doctrina Social, recordó siempre la obligación de atender a las dificultades y a las necesidades humanas, pero Francisco, además, denunció las dinámicas sociales, económicas, ecológicas y también teológicas y que ponen en riesgo la vida, como mostró en su encíclica Laudato si’.



El papa Francisco, Jorge Bergoglio, fue un hombre. Su acercamiento a la realidad de las mujeres fue, sin duda, de respeto. Su formación le permitió dar pasos firmes y tener gestos importantes y necesarios, como el nombramiento de mujeres en puestos de responsabilidad, la denuncia de la masculinización de la iglesia o del clericalismo, quizá fueron los términos que pudo utilizar en medio de una iglesia que continua a la sombra del patriarcado. Sin duda, no han sido suficientes para que las mujeres sintamos que la iglesia es un espacio de reconocimiento de nuestros dones y vocaciones. Aun así, Francisco impulsó signos importantes, como que, en Jueves Santo, se incluyera a mujeres en la liturgia del lavatorio de los pies. Es posible que su comprensión teológica desde una mariología tradicional no le llevara a dar pasos eclesiales en el reconocimiento de los derechos de las mujeres. Por otra parte, estos últimos años el papa Francisco llamó a ponernos en marcha, a experimentar de nuevo que ser iglesia es ser sinodal. Eso supone sabernos siempre en reforma y estar dispuestas teológicamente a establecer puentes teológicos y doctrinales que irán hacia lugares que antes no habíamos sospechado. Las teólogas y las mujeres creyentes compartimos el atrevimiento y la tristeza de las mirróforas en la mañana de la Pascua. Seguimos todavía teniendo cerca las piedras que cubren tantos sepulcros que invisibilizan nuestras tareas, que crean abuso, que generan violencias o que sostienen las guerras y la muerte. Nosotras optamos por seguir caminando con otras y por llevar perfumes y ungüentos teológicos que puedan seguir gritando que toda vida es posible.    

 

Montserrat Escribano-Cárcel,

presidenta de la Asociación de Teólogas Españolas



 
 
 

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